El spa del evangelio no se entiende: se vive!

 


Qué piensas sobre saludar al vecino que te cae mal en el momento y lugar que tú no concibes (porque ese lugar y momento no lo concibe el impío que clavamos a la cruz con Cristo); que piensas de ponerle buena cara y animarlo en sus planes de diversión (porque Cristo nos manda a orar por quienes nos persiguen); como que eso no encaja en nuestra realidad!

Cristo y David nos enseñan que eso es posible aunque nosotros pensamos que eso solo se ve en películas. Pero primero hablemos de David y la increíble madurez que mostró a tan corta edad. Y es que David increíblemente tocó el arpa, expuso su arte y buena voluntad a quien no le representaba (ya que Saúl era atormentado por un espíritu maligno para entonces).

El mismo ejercicio debió hacer cuando se preparaba para hacer frente a Goliat, enfrentándose al trato con el que debía ser el más valiente del pueblo, por ser el ungido de Dios, Saúl, y no salieron de el palabras de desprecio. Y a todo eso: hacerlo de buena cara, y como para el Señor, porque él era el nuevo ungido de Dios. 

No debemos esperar más para entender que David sabía que la posición de Rey de Israel era por gracia y no por mérito. Contrario a Saúl que se creyó más que los demás y termino ofendiendo a Dios, hasta el punto de serle quitado su lugar en su trono.

En palabras de Cristo, David vio en Saúl a Cristo: Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Mateo 25:34-40

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