Honestidad o, insensibilidad!
Recuerdo de mis años de imberbe, cuando me fue demandado mayor esfuerzo de lo que estaba acostumbrado y tenía que cargar cubetas de pintura llenas de agua desde dos esquinas que separaban la cisterna hasta mi casa.
Era más dificil aún cuando el mango de las cubetas se rompía, y tenía que cargar una o dos cubetas a mano pelada, solo con el cable de acero; dolía, pero ganó la hombría.
No fue falta de honestidad conmigo mismo llevar a cabo esa labor necesaria y maltratar me las manos varias veces. Lo que si es falta de honestidad es reconocer que con un mango habría sido lo correcto.
Cuando reconocemos nuestras debilidades decimos que necesitamos de un ser superior que nos ampare en nuestro poder limitado. El no reconocer nuestras debilidades delante de Dios nos hace falsos: porque los cayos de las manos, sin una mente clara, nos apartan de la verdad de nuestra debilidad humana.
Lo que Dios nos tiene preparado para su pueblo es una constante ayuda de Dios en todo: Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre. Ezequiel 37:26-28.
Pero antes, tenemos que aceptar que somos seres sensibles a la imperfección de nuestro sistema de vida fallido por nuestro propio pecado, para que Dios se glorifique en nuestras debilidades.
Siendo un hombre lleno de la gracia de Dios, como Pablo, quien dice: Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:7-10.

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