La actitud de Roboam!

 


Roboam fue el hijo de Salomón que asumió el trono después de la muerte de su padre. Este joven heredó el reino de las doce tribus de Israel, a diferencia de los que le siguieron a él que fueron reyes del norte o del sur de Israel, mas no de su totalidad.

Este joven rey le tocó tomar una decisión que determinó la división del pueblo de Israel en dos. Si hubiera el tenido en cuenta las palabras de experiencia de sus consejeros, antes que la opinión sin ton ni son de sus amigos inexpertos. 

Después de que los israelitas le hicieran una petición antes de hacerlo rey, fue su debacle: Tu padre agravó nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos. 1 Reyes 12:4.

Contrario a hacer caso a lo más juicioso: las palabras de sus consejeros. Este se llevó del consejo de sus amigos y sufrió las consecuencias: provocar con su decisión la división del Reino del pueblo de Israel. y les habló conforme al consejo de los jóvenes, diciendo: Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones. 1 Reyes 12:14.

Esto está notificado aquí para nuestro provecho y no solo como el cumplimiento de una profecía; pues así como hay personas juiciosas, hay otras que son tendentes a la búsqueda de la novedad; así como hay personas que aprecian el consejo de los experimentados, hay personas que les gusta lo fresco y revolucionario, aún cuando está se oponga a protocolos comprobados ya por otro.

Hay que tener cuidado con la fuente a la cual acudimos a pedir consejo. El consejo divino fue el primer consejo que recibió el hombre. Salomón, inspirado por el Espíritu Santo nos dice en Eclesiastés que lo que parece novedoso es un reciclaje de algo que ya ha sido. A Dios le gusta la novedad mas detesta el olvido de su sugerencia.

La Biblia dice: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17.


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